martes, 22 de diciembre de 2009

A buen entendedor.

Hoy desperté inspirada en ella,
no siempre es así, que quede claro.
A veces la busco en los rincones más recónditos de mi ser,
no se deja encontrar, pero sé que está en algún lado, latente.
Si estoy muy triste o impactada,
siento que me quedo sin ella, o que se atasca en algún sitio,
tal vez es atrapada por la fuerza de unos brazos que la aprisionan,
la dominan, y no la dejan llegar a mí.
A veces se toma su tiempo y como si nada la apurase,
aparece más tarde, parsimoniosa y paciente, dulce, tímida, pequeña,
como si recién asomara a la vida, vida que domina como si fuera suya.
Con el pasar de los minutos, va haciéndose más y más fuerte, osada,
enérgica, poderosa y muchas veces heroica,
porque podrán juzgarla y tildarla con miles de adjetivos pero no de cobarde,
cobardes son quienes abusan y la usan en contra de su voluntad.
Me grita o me susurra convenientemente,
dependiendo de lo que la situación requiera
se ahoga y atrevidamente se desahoga,
al hacerlo me da la paz que tanto le demando.
Da calor aun en el más frío de todos los inviernos,
Atraviesa y sin herir la carne, hace conocer el dolor.
Me hace feliz, le da más vida a mi vida, y la espío en todas sus moradas, en los paisajes de las páginas blancas o amarillas de algún libro,
haciéndome vivir cada una de sus tantas aventuras.
Puede embellecer con su simple pronunciación a la voz más ronca o áspera, convirtiéndola en almíbar.
No sale de mí como escapando de un peligro,
brota como si alguien plantara una semilla,
la regara con amor, la protegiera del viento y del sol con paciencia,
y un día como de casualidad, viera nacer,
entre sorprendido y maravillado el fruto de su esfuerzo.
Recién entonces trepa mi alma con el entusiasmo del niño que sube la escalera de un tobogán, para luego, respirar hondo y con esa sensación de estar volando deslizarse con el viento en la cara, y llegar a destino con una sonrisa imborrable en los labios.
Nada por los torbellinos rojos de mi sangre y
desde mi garganta se impulsa incontenible y se expresa, aparece espléndida como una princesa a la que nadie puede dejar de observar.
Cuando muere, resucita. Nadie puede contra ella.
Me endulza cuando danza con las melodías, me emociona, me envuelve en historias de amor, romanticismo, locura o muerte.
De vez en cuando es anciana sabia, atenta, consejera, pero cuando es joven, impulsa mis acciones, me arrastra en sus ideas, me lleva hasta las nubes…
Hoy me levanté con ella y quizás si tengo suerte y un poco de lucidez me dormiré con ella.
Y tal vez, solo tal vez si al despertar recuerdo que he soñado, sabré que jugó con mi memoria y con mis miedos, con mis deseos, mis pasiones, y mis carencias.
Y vendrá sigilosa, si tiene ganas, junto al primer rayo de sol que divisen mis ojos, a contármelo despacio en el oído.

María Isabel Bordignon

2 comentarios:

  1. Buenísimo. Tendrías que poner el videito...
    Cómo quedaron impactados los presentes.
    Un gran, gran homenaje.

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  2. Gracias oso!!Del videito no me acuerdo..?¿?¿¿

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